Estimulación temprana
La estimulación temprana pretende estimular al niño de manera oportuna, no se trata de desarrollar niños precoces, tampoco adelantarlos en su desarrollo natural, sino ofrecerles una serie de experiencias que les permitan formar las bases para la adquisición de futuros aprendizajes.
Actualmente se brinda este servicio a los niños de un año de edad en aulas acondicionadas especialmente y con un programa diseñado acorde a las características de los más pequeños.
De esta manera queremos beneficiar a las familias que desean brindar a sus hijos pequeños, los estímulos oportunos para facilitar un crecimiento armonioso y saludable, en sus cinco dimensiones: intelectual, física, volitiva, afectiva y trascendente.
El Programa de Estimulación que desarrollamos está basado en los fundamentos de Aprendizajes Tempranos, diversas investigaciones afirman que desde el nacimiento el cerebro del bebé se encuentra en un periodo de desarrollo y maduración, evoluciona de manera sorprendente en los primeros años de vida y es el momento en el que se hace más eficaz el aprendizaje, esto porque el cerebro tiene mayor plasticidad, es decir que se establecen conexiones entre neuronas con mayor facilidad y eficacia lo que nos permite potenciar sus habilidades mediante una adecuada estimulación sensorial, intelectual, mediante un completo programa neuromotor, sesiones de masajes, entre otros estímulos.
El trabajo que realizamos se extiende a niños de un año en adelante con el objetivo de favorecer un óptimo desarrollo emocional y favoreciendo la seguridad, autoestima y el desarrollo social del niño.
IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN TEMPRANA
En un mundo como en el que hoy vivimos una educación adecuada es el único legado verdaderamente útil que un hijo conservará de sus padres, es más eficaz educarles bien e invertir nuestro tiempo en diálogos, paseos y juegos que fortalezcan los vínculos afectivos entre padres e hijos que el solo hecho de brindarles los juguetes más costosos, las mejores marcas de ropa o viajes al extranjero. Pues, aunque nos demande mucho esfuerzo una buena formación es la mejor inversión que puede hacer una familia.
Todas las experiencias de la niñez serán las que marquen la personalidad adulta; los padres debemos brindar buen ejemplo a nuestros hijos pues somos modelo de vida para ellos y por supuesto debemos facilitar experiencias ricas en estímulos positivos que permitan adquirir con éxito futuros aprendizajes.
Al nacer el cerebro del niño tiene diez millones de neuronas, la mayoría sin conectar, esperando recibir el estímulo necesario para integrarse en el circuito cerebral y de esta manera desarrollar la capacidad intelectual.
Para construir estas conexiones neuronales llamadas sinapsis debemos aprovechar las edades entre 0 y 8 años, que son las edades de plasticidad cerebral es decir, es la etapa propicia para que el niño aprenda con mayor facilidad, de ahí, la importancia de una educación temprana y eficaz. Los primeros años de vida del ser humano son fundamentales y es deber de los padres aprovecharlos al máximo.
A continuación daremos algunas sugerencias para estimular a nuestros pequeños: Tener en cuenta algunos hábitos básicos que deben ganarse antes de los tres años: horarios de alimentación, sueño, higiene y orden con las cosas. Estimular los sentidos de una manera natural y lúdica. Tocar degustar, oler, escuchar y mirar tienen que ser acciones cotidianas en los primeros años de vida que permitan al niño aprender y divertirse.
Desarrollar la autonomía personal, enseñando a los niños a disfrutar y valorar lo que realizan por sí mismos. Lo que los niños pueden hacer solos no deben hacerlo los adultos, de esta manera contribuiremos a la adecuada formación de su autoestima. Estimular el habla, incrementando su vocabulario al mostrarles figuras, álbumes de fotos, cantando con ellos, etc.
Ejercitarlos, enseñándoles a conocer y dominar su esquema corporal. Aprovechar la hora del baño y aseo para darles masajes. Propiciar un ambiente psíquico y emocionalmente estable, de tal manera que la influencia educativa de los padres sea más fuerte que la del medio. Teniendo en cuenta las dimensiones del ser humano: intelectual, física, volitiva, afectiva y trascendente, un buen Centro de Educación Temprana debe favorecer de una manera sistemática y gradual, el desarrollo de estas dimensiones así como también la participación de la familia agente principal en la formación de los hijos.